En esta ocasión me surge la duda razonable de si hemos aprovechado el tirón inicial de la revolución que ha supuesto internet en la vida publicitaria. Mi opinión es que no. No hemos sabido encajar las piezas del Tetris ni las agencias ni las marcas anunciantes para las que trabajamos. ¿Hemos ido hacia adelante o para atrás? Y si no para atrás sí al menos creo que estamos en un stand by muy decepcionante, redes sociales aparte…
Cierto es que el camino ya no digital, sino el tecnológico es un sinfín y un camino que no tiene un cartel de fondo de saco, pero sin duda los primeros pasos de la innovación resultan a la postre los más interesantes. Como los pasitos de un bebé que una vez aprendidos ya nunca más pensará en ellos como ese gran paso adelante.
Concretando. Creo que fuera de los contenidos y los conceptos y el destape social, el mercado publicitario se ha estancado gracias a las políticas comerciales de grandes monstruos como Apple y Microsoft, que erraron negando la evidencia de lo evidente, renegando de “la” herramienta digital más importante hasta la fecha (Flash), como dando pábulo posteriormente al que ha mi parecer es el bluff del siglo (de momento), el html5.
El html5 era el Mesías, el gran sucesor al trono del superutilizado, superinestable y quizás ultravalorado Flash. Se presentaba con el agregado importantísimo de valor de la visualización multipantalla en cualquier tipo de navegador o dispositivo y como la nueva herramienta a usar. Mentira gorda y podrida. Años más tarde no tiene la penetrasción del viejito Flash, ni de lejos.
La verdad es que ya no se hacen los desarrollos de engament con los usuarios de años atrás, porque sencillamente no se puede, y que la penetración de Html5 se consolida alrededor de la multipantalla y poco más. No hay relación directa entre las capacidades creativas de los diseñadores o creatas y un producto de pura y dura programación. Justo lo contrario de lo ocurrido hace ya diezmil años con Flash. En cuestión de meses y al cabo de un par de años era la herramienta adorada por los creativos digitales de todo el mundo y su penetración del 100% del mercado. Su mejor baza: estaba hecho para creativos, no para programadores. Progresivamente fué cambiando, pero era tan sexy para los creativos, que hasta llegamos a meternos en el mundo de la programación, aunque fuera de un modo light. Pero todo se fue al garete cuando los hijos de fruta de la manzana deciden que en sus máquinas del tiempo no cabía algo tan pagano como Flash. Error y mierder para todos.
El mundo de internet aunque diseñado por programadores, está en manos de la gente, del público general, se ha demostrado, la gente hace lo que le da la gana. Las herramientas de trabajo deben seguir este mismo criterio, no hacerlas más pequeñas en torno a silos de complejidad de programación y frikadas varias.
Ya no hay vuelta atrás. Seguimos usando flash en nuestras campañas porque no queda más remedio ya que, aunque se avanza con el mesías html5, no progresa adecuadamente, parafraseando las notas del cole de los enanos.
Mientras tanto, andamos perdiendo el tiempo, quizás los mejores años de posibilidades de explotación de un medio que ya no es medio sino el todo en nuestras vidas, profundamente digitalizadas si darnos cuenta. No con ceros y unos o largas líneas de códigos, sino por lo que realmente interesa, utilidad y usabilidad, diseño y contenido, independientemente del dispositivo que estemos empleando.
¿A quién le importa si el contenido es visto en la mano en un móvil o en casa en una tablet o portátil? Acabará siendo la misma experiencia, si no nos empeñamos en complicarlo tanto y torcer las líneas que tan rectas eran.
La lógica del triunfo de Apple que es la usabilidad extrema junto al diseño exquisito se está quedando en un “vamos a hacer una pantalla más grande” (pero que muy grande por cierto) o ¿“… y si lo ponemos en la muñeca”?. Cortas miras para un grande del ruedo que le pisan los talones los toros si no se dejan los politiqueos y los antiguos egos de Jobs en casa.
El mundo digital es grande, inmenso. No lo hagamos más pequeño. Vayamos sin duda palante.
Mario Sánchez del Real