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Patrocinio ¿deportivo?; por Mario Sánchez del Real



Hablar del tiempo una vez pasa el huracán es fácil, y a pesar de poder caer en la crítica facilona tras la debacle, hablaré de los soñados éxitos deportivos reconvertidos en fracasos de publicidad y marketing.

En realidad no es raro que hablando de deporte sucedan cosas insólitas e incluso inexplicables. Es lo que yo entiendo que otorga la grandeza a la práctica del deporte, lo inesperado, la sorpresa, lo imposible. Ya lo demostró David contra Goliat en el primer lanzamiento olímpico de pedrolo rodante. Uno, que es del Atleti, sabe bastante de esto, por cierto.

Las cosas al azar no gustan en marketing. Seguramente es por esto que durante años y años el esquema de patrocinios deportivos en España estaba supeditado casi en exclusiva al apetecible desgravamiento fiscal e importantes cantidades de dinero ahorradas financieramente asociadas a grandes inversiones. Todo esto gracias a un póngame usted allí un logotipo y escríbame usted bien claro un “patrocinador oficial” sobre su original de campaña. Una apuesta muy pobre como para que ahora, en un pis-pas o un tiki-taka, se nos devuelva por parte del deporte lo poco dado. Creo que de hecho la mayoría de las veces la primera decisión no pasa por los despachos de marketing sino por los financieros. Muchas han sido las marcas atraídas por una suerte de buenas noticias y éxitos deportivos españoles sin parangón. Muy alejadas de aquellos años en los que ver a un españolito por la tele en un evento deportivo era casi un milagro de Lourdes, aunque no pasara por allí la vuelta a España. Pobres, qué pequeños y solos se los veía rodeados de mil alemanes, mil italianos y diez mil norteamericanos.

Jugar con comodines es fácil y navegar a favor de corriente, también.

Hay marcas que llevan años apoyando el deporte de esta original manera aprovechada, y muy pocas, aunque haberlas haylas, que estén donde la raíz del deporte reside, en el deporte base. Allí ya no hay tantas marcas, ni se las espera. Además parece que lo bien que atiende la Hacienda pública a los grandes patrocinadores es inversamente proporcional a lo exiguo de las ayudas a pequeñas marcas o incluso negocios locales que intentan ayudar a sus respectivos equipos amateurs del barrio. Curiosa forma de apoyar el deporte.

En un país, España, en el que abundan los campos de hierba artificial y los carriles bicis, puestos en marcha por la adjudicación de las obras en loor de mayores comisiones y no tanto por la verdadera necesidad de estos, la cosa no puede ser más triste. Aquí se apoya lo ganador, pero no al que para llegar a serlo tiene que pasar por ser un perdedor por el camino. A esos hay que patrocinar, a los que están en periodo de adquisición, a los que llevan la “L” de prácticas en la camiseta, Los futuros ganadores. A los que ya ganan los apoya cualquiera, hombre.

 

Lanza o palillo

Uno, como el que suscribe, que está acostumbrado a practicar un deporte minoritario como el rugby, quiere romper aquí una pequeña lanza, casi palillo de dientes, por esos deportes olvidados por los patrocinadores. Gente que se paga desde las botas, la bolsa, los calzoncillos, los viajes, pasando por las camisetas y botiquines, y aún les quedan fuerzas para convencer a otros de que sigan adelante con el deporte al que aman. Yo los admiro a todos y agradezco su a veces inútil esfuerzo personal.

Señores responsables de marketing, enganchen ustedes a su target desde los inicios y no se les perderán las oportunidades en momentos puntuales de forma estrepitosa. Menos tiki-taka y más invertir en el deporte de verdad, el que no se remunera, el que se suda y disfruta como si se ganara un Mundial cada fin de semana, aunque solo sea llegando a meta en última posición, pero llegando

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